Filipinas es un archipiélago de más de 7.000 islas en el Pacífico Occidental. Sus aguas, ora mansamente sosegadas, ora desatadas por violentas tempestades, han acogido algunos de los episodios de navegación más importantes de la historia.
Ellas dieron origen al ya mítico tornaviaje. La singladura de regreso desde las Indias Orientales hasta América y que hasta entonces siempre había resultado fallida a causa de las corrientes y temporales, partió del puerto de Cebú el 1 de junio de 1565 para alcanzar con éxito, cuatro meses después, la costa de Acapulco.
Los menos doctos en cuadernos de bitácora o crónicas de navegantes, tal vez no perciban la magnitud del logro. Pero este acontecimiento significó la primera vez que unos marineros completaban el viaje de vuelta desde Filipinas hasta el continente americano. Y mucho más que eso. Porque hay quien incluso propone que marcó el inicio de la globalización: la travesía permitió conectar el Viejo Mundo con la economía del Imperio Ming y esta, a su vez, con las Américas. Y durante más de 250 años, lo que se llamó la línea regular del Galeón de Manila fue artífice del primer comercio de la historia a nivel mundial.
Cinco siglos después de aquellos hechos, esas aguas ancestrales “con su puerto bullicioso y perfumado de copra” –palabras de Gil de Biedma– exhiben una espectacular obra de ingeniería que pondrá de nuevo a Filipinas en ruta hacia el progreso y la mejora de sus comunicaciones: el puente atirantado de Cebú construido por ACCIONA.
Vamos a mostrarte cuáles han sido los retos a los que han tenido que enfrentarse ingenieros y operarios hasta lograr poner en pie este proyecto que ya se ha convertido en el imponente símbolo sobre el canal que da entrada a la ciudad.