Vemos una flotilla de siete barcos representados con pigmentos ocres. Son dibujos sencillos, casi parecen esbozados por la mano de un niño. Y, sin embargo, suponen un testimonio único que nos traslada hasta el IV milenio a. C., en pleno Neolítico. Se trata de las pinturas rupestres de Laja Alta, una cueva a escasos kilómetros del estrecho de Gibraltar que acoge una de las representaciones más antiguas de un barco de vela del mundo.
Aquí el viento ha sido un recurso desde tiempos inmemoriales. Hoy, en la misma costa, las cometas de kite surf se sostienen en las alturas impulsadas por el mismo aliento en el campo de Tarifa, a los pies de la localidad de Tahivilla. Y allí, junto a los trigales dorados y las vacas retintas que pastan en las lomas, uno de los parques eólicos más antiguos de España, construido y operado por ACCIONA Energía, saluda al viento y cosecha su energía.
El viento es transparente como el tiempo. Solo presenciamos sus huellas en las velas de los barcos, en las cometas, en el giro pausado de los molinos. ¿Cuántas veces ha rotado una pala eólica a lo largo de 20 años? A razón de 20 revoluciones por minuto, quizá 200 millones. Un giro tras otro, las palas de Tahivilla han alcanzado el final de su vida útil. Ya han llegado otras turbinas, más avanzadas, más potentes. Es el ciclo del tiempo y de las generaciones. Pero aún resta otro viaje más, una última metamorfosis.
Gracias a este relevo, en Tahivilla se producirá más energía limpia y de forma más eficiente con menos aerogeneradores, un proceso que se conoce como repotenciación. Y las viejas turbinas se reciclarán para dar paso a lo nuevo. Ahora una de las palas de este parque de ACCIONA se ha reencarnado en una serie limitada de zapatillas deportivas gracias a la segunda edición de nuestro acuerdo con la marca de moda El Ganso y como parte de la iniciativa #TurbineMade. Sigue leyendo para acompañarla en este viaje de ida y vuelta por la economía circular.