Hay cifras que escapan a los límites de la imaginación. Por ejemplo, cuesta creer que hace 150 millones de años existieran criaturas cuyas huellas fueran tan grandes como un ser humano. Hablamos de las pisadas de dinosaurio encontradas en Australia Occidental, algunas de las cuales miden 170 centímetros de longitud, lo que las convierte en las más grandes jamás descubiertas. A lo largo de la costa australiana de Kimberley se han desenterrado huellas fósiles de alrededor de veinte especies diferentes. Sin embargo, aunque los dinosaurios ya no campan por la Tierra, aún hay especies prehistóricas que sobreviven y existen en el país en la actualidad. Una de ellas es la Macrozamia conferta, una planta del género de las cícadas ubicada en nuestro parque eólico MacIntyre, en Queensland.
La relación entre esas plantas prehistóricas y los dinosaurios es un ejemplo de coevolución que benefició a ambas partes. Hubo varias especies de cícadas que fueron creciendo gradualmente hasta alcanzar la altura de los saurópodos cuellilargos, que consumían sus piñas de semillas como suplemento alimenticio. Las cícadas también desarrollaron toxinas como la macrozamina para evitar que animales más pequeños devorasen las semillas. De este modo, solo especies grandes como el estegosaurio, que deglutían las piñas enteras sin dañar las semillas, podían resistir la toxina sintetizada por las macrozamias.
Millones de años después, una de estas plantas prehistóricas, la Macrozamia conferta, se ha convertido en objeto de un programa de protección para garantizar su supervivencia en una pequeña región de Queensland, situada en el parque eólico MacIntyre. Gracias a esta iniciativa, unas plantas que antaño convivieron con los dinosaurios podrán cohabitar con otras criaturas ciclópeas: la última generación de turbinas eólicas.