Si te preguntasen cuál fue el primer hombre en circunnavegar nuestro planeta, ¿qué responderías? Probablemente que Sebastián Elcano y Fernando de Magallanes, hace ya quinientos años. ¿Y la primera mujer? Eso quizá no te resultaría tan familiar. Todo apunta a que fue una francesa llamada Jeanne Baret que completó su proeza en 1769. Para lograrlo, afrontó los mismos huracanes, corrientes, tormentas y arrecifes que Elcano y Magallanes, pero con un escollo adicional: tuvo que hacerse pasar por un hombre, ya que en aquella época se excluía a las mujeres en ese tipo de expediciones. Hoy Baret podría considerarse la patrona de una expedición femenina a la Antártida que se celebra cada año. Responde al nombre de Homeward Bound y, como toda verdadera travesía, es un viaje interior de aprendizaje y conocimiento para un grupo de mujeres destinadas a liderar el cambio.
En ACCIONA apoyamos el proyecto de Homeward Bound como socios globales desde hace años y, de hecho, ya hablamos de esta aventura aquí y explicamos en profundidad en qué consiste esta iniciativa que abandera el liderazgo de la mujer con el telón de fondo de la crisis climática.
Pero esta vez queremos descubriros su profundidad a través del documental “Un viaje infinito” que puedes ver a continuación. Una película que nos sumerge en el viaje transformador que han realizado 188 mujeres de 25 países a la Antártida, convirtiéndose en la mayor expedición de mujeres realizada al continente antártico. No te lo pierdas.
Hilde Pérez observa las olas de cinco metros estallando contra el ojo de buey de su camarote. En la sala de máquinas contigua se oye el runrún reconfortante de las turbinas mientras el Ushuaia Voyage y sus cuarenta y dos metros de eslora avanzan por las gélidas aguas antárticas en busca de un puerto seguro.
Ella, junto con otras 92 expedicionarias, llevaba más de dos años esperando este momento. Algunas son ingenieras como Hilde, mientras que otras son ecólogas, bioquímicas, astrofísicas o biólogas.
A todas les une el deseo de dejar una huella positiva en el mundo, de formar parte de algo más grande que ellas mismas. Y para eso han estado preparándose desde hace muchos meses atrás.
Normalmente, las expediciones de Homeward Bound constan de un periodo inicial de formación e intercambio de ideas a lo largo de once meses, hasta que llega el momento de partir en la expedición y conocerse en persona. Esta vez tuvieron que esperar algo más de lo normal por causa de la pandemia. Así que las ganas de zarpar eran palpables.
La expedición de tres semanas es una oportunidad de “ponerse cara”, pero también de intercambiar experiencias y de aprender de la mano de las formadoras que las acompañan cada año, en áreas como el coaching, el liderazgo, cuestiones de género o el cambio climático.
En lo que respecta a Hilde, cuando presentó su candidatura en un vídeo de dos minutos en 2019, el objetivo era avanzar en su labor de mentoría de mujeres que ya llevaba a cabo en la Universidad de León como directora del Departamento de Ingenierías, mecánica, informática y aeroespacial.
“Cuando estoy dando clase, veo los estudiantes que tengo en el aula […] y jamás se alcanza el 20% de mujeres. Y la verdad es que ese porcentaje disminuye a medida que vamos ascendiendo”.
Como catedrática, Hilde ya había demostrado sus capacidades, pero sentía ciertas lagunas que la aventura antártica contribuyó a paliar: “Adquieres una serie de destrezas en comunicación, en visibilidad, que es lo que más me costaba a mí […]. No es lo mismo comunicar a cincuenta o cien estudiantes en el aula que comunicar con cuatro cámaras grabándote”. Y concluye: “Esa visibilidad que te hace más vulnerable nos cuesta [como mujeres], así que nos preparan para ella”.
En esta edición, que se llevó a cabo en la primavera de 2023, las participantes en Homeward Bound tuvieron la oportunidad de desembarcar en diecisiete ocasiones para pisar la orografía nevada del sexto continente. Sin embargo, se llegaron a planificar hasta cien desembarcos. El protocolo era siempre el mismo: el equipo de científicos argentinos que las acompañaba preparaba una hoja de ruta para cada salida, que se hacía por medio de una Zodiac hasta tocar tierra.
La discordancia entre el número de salidas planificadas y los desembarcos finales tiene una explicación: las cambiantes condiciones meteorológicas y el desplazamiento de las gigantescas placas de hielo imposibilitaban rutas que habían sido viables pocas horas atrás. “Es la Antártida, la naturaleza en estado puro; te das cuenta de lo pequeñitos que somos”, reflexiona Hilde.
Además, cada salida se organizaba cuidadosamente, desde la desinfección de los equipos para evitar la propagación de patógenos hasta la recogida de cualquier tipo de residuo. El objetivo era no dejar huellas humanas en el santuario antártico, considerado “reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia” según el Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente de 1991. En cambio, la Antártida sí que dejó huella en las expedicionarias: “Si la expedición se lleva a cabo allí es porque es el lugar donde es más visible la acción humana en el planeta. Nosotras somos embajadoras de la Antártida”, nos cuenta Hilde.
Si todo viaje genuino es un viaje interior, también es inevitable que se prolongue una vez que la travesía física ha tocado a su fin y se vacían las maletas. En el caso de Homeward Bound el objetivo declarado es generar un impacto duradero. Las participantes pasan a formar parte de una red de comunicación en la que se intercambian ideas y se promueven proyectos en sus respectivas áreas de influencia. “Este un proyecto vital, un proyecto que tiene un antes y un después en mi vida. Es un proyecto transformacional y ahora nuestra labor es volcar eso a la sociedad”, explica Hilde. Y eso ya se está haciendo notar.
Homeward Bound es un proyecto transformacional y ahora nuestra labor es volcar eso a la sociedad.
Cuando Homeward Bound comenzó su travesía en 2016 había un objetivo claro: crear una red de mil mujeres en posiciones de liderazgo que impulsaran un cambio real. Tal como demuestra la iniciativa de protección antártica, ya están trabajando en alcanzar objetivos tangibles. Y no solo eso: el objetivo se ha ampliado para llegar a un total de diez mil mujeres en las próximas ediciones. “Ya contamos con mujeres del mundo académico, gente que está en la empresa privada, en instituciones públicas, en organismos de decisión como Naciones Unidas, en la Unión Europea; tenemos ministras de medio ambiente o viceministras de medio ambiente”, recapitula Hilde.
Esas intrépidas viajeras en la estela de Jeanne Baret guardan también mucho en común con todas las mujeres que ocupan puestos de responsabilidad en ACCIONA. Mujeres que trabajan a diario en puestos relacionados con la tecnología, la energía o las infraestructuras, que desarrollan su carrera profesional en igualdad de condiciones y a la vez contribuyen a cambiar el mundo. Seguiremos acompañándolas, apoyándolas y aprendiendo de todas ellas.