Villalba del Rey es un municipio situado al norte de la provincia de Cuenca (España), en la comarca de La Alcarria, famosa por su miel y por el retrato que de ella hizo el nobel Camilo José Cela en su personal guía de viajes (Viaje a la Alcarria, 1948). El pueblo llegó a contar cerca de dos mil habitantes a comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando acababa de construirse en las proximidades el embalse de Buendía, alimentado por el río Guadiela. Hoy apenas alcanza los 500 habitantes. Es un buen ejemplo de lo que se conoce como España vacía o vaciada. Y también como la España que quiere dejar de serlo.
Por eso, su alcalde, Antonio Luengo, sabe de lo que habla cuando dice que “el desarrollo de la cooperativa olivarera supone para el pueblo posiblemente la única vía de cambiar su futuro, de que los agricultores vean mejoradas sus rentas y la gente decida quedarse en el pueblo”.
Con un tercio del término municipal dedicado al olivar, la producción de aceite es una de las actividades con más tradición en una localidad eminentemente agrícola. Creada hace 65 años, la Cooperativa olivarera Santos Sebastián e Isidro estuvo muchos años orientada al autoconsumo de sus socios -a producir aceite “para casa”- hasta que la pérdida de población le fue obligando a salir al mercado.
“Estábamos un poco perdidos, porque no somos técnicos, somos agricultores y no sabemos mucho de comercialización. Hacíamos las cosas con mucho cariño y trabajo, pero nos faltaba el conocimiento. No basta con hacer las cosas como las hacía mi padre, porque todo cambia”, comenta Pedro Romero, presidente de la cooperativa. “Estábamos en franco riesgo de desaparición”, asevera rotundo el alcalde Luengo.