Para quien no conozca al protagonista de estos párrafos, voy a presentaros a Miajadas. Se trata de un municipio situado en el sur de la provincia de Cáceres, en España. Un territorio llano poblado de encinas, alcornoques y matorral, que cuenta con un clima mediterráneo, de inviernos suaves y calurosos veranos.
Unas condiciones perfectas para que se haya convertido en uno de los lugares con mayor industria agroalimentaria de toda España. Su población asciende a apenas 10.000 personas, de las cuales casi el 40 % se dedican a la agricultura y la ganadería y el 15 % a la industria agroalimentaria. Su economía está vinculada principalmente a la agricultura por regadío, y el cultivo principal es el tomate. De hecho, la villa de Miajadas es conocida como la "Capital Europea del Tomate".
Ya te imagino preguntándote mientras lees este texto algo así como ¿qué tendrán que ver los tomates con la energía? Pues mucho más de que piensas.
Podemos imaginarnos el proceso de producción de energía a partir de la biomasa como un circuito cerrado. La energía se genera gracias a la combustión de residuos vegetales que calientan el agua. Esos residuos provienen de la naturaleza (de restos de labores agrícolas o forestales, por ejemplo) y es a ella adonde regresan cuando, una vez liberada su energía en la combustión, las cenizas resultantes son utilizadas para fabricar abono para el campo. El proceso no se detiene ahí. De esas mismas tierras volverán a tomarse las materias primas que, de nuevo, alimentarán la planta de biomasa de Miajadas.
Pero el ciclo va mucho más allá. La agricultura y la biomasa en este pueblo cacereño se dan mucho más que la mano. En este caso, la planta nutre con energía limpia y trabajo al mismo pueblo que la alimenta con los residuos agrícolas y forestales de la zona.